Invariablemente sabes de la existencia de los testamentos, pero alguna vez te has preguntado de dónde y cuándo es que surgió este documento en el que se establece la repartición de bienes de las personas una vez fallecidas.

Existen algunas evidencias de que ya en las civilizaciones agrícolas antiguas existían ciertas regulaciones para la repartición de bienes de los fallecidos, no es hasta el nacimiento de Roma que algunos conceptos surgen y toman relevancia en el derecho civil de Roma, tales como herencia, patrimonio y, por supuesto, el testamento.


TESTAMENTO

El concepto de testamento (del lat. Testamentum) tiene su origen de la voz latina testis que significa “testigo”, por lo que el documento que hoy conocemos con ese nombre es justamente el testigo físico, y elaborado por el propietario de los bienes a repartirse, que dicta la última voluntad del legador.

En la antigua Roma, las herencias pasaban de padres a hijos en la mayoría de los casos, y no necesariamente a través de un documento, era una situación asimilada y respetada por las leyes romanas, no obstante, sí se implementaba el testamento en el caso de que los propietarios no tuvieran descendencia, por lo que se debía establecer a los beneficiados para que éstos continuaran con la línea familiar y el patrimonio.

En este documento se podría ceder bienes tanto a familiares y a personas ajenas; asimimo, se podía conceder la libertad a esclavos o reconocer paternidades. Como vemos, y en el sentido estricto del proceso y la función del documento, el testamento romano y el actual tienen muchas similitudes; pero sobre todo rescata la importancia del testamento como mediador entre los familiares respecto a los bienes del propietario fallecido.